Crecen las consultas por adicción a internet en la Argentina Los centros de tratamiento para adicciones reciben consultas por el uso excesivo de la web desde 2002, pero entre 2010 y 2011 se duplicaron por el furor por las redes sociales
"Lo que es alarmante es el crecimiento de la proporción (de consultas). El problema empezó a aparecer en 2002 con el auge de los cibercafés. Hay que estar siempre atento al límite entre el uso de las tecnologías y la adicción", dijo a la agencia de noticias AFP Inés Valdéz, psicóloga de la Fundación Manantiales, una comunidad terapéutica que desde hace 20 años trata distintos tipos de adicciones.
Agregó que en la institución "las consultas por adicción a internet se duplicaron en 2011 respecto de 2010".
La dependencia de las drogas ilegales sigue estando en el tope de las adicciones, seguida por los medicamentos, el alcoholismo y la ludopatía. Pero las consultas por la adicción a la tecnología o tecnoadictos aumentan sin pausa.
En la Red Asistencial Buenos Aires, las tecnoadicciones representan entre 20% y 30% de las consultas telefónicas, aunque éstas no siempre derivan en un tratamiento.
En tiempos de hiperconectividad, quizás lo más difícil sea percibir cuándo el uso de internet pasa a ser una cuestión patológica y no sólo una expresión de las nuevas conductas juveniles.
"Hay adicción cuando el uso afecta la vida escolar o laboral de la persona, cuando fracasa en el intento de parar, cuando se aísla, deja de comer, se queda despierto toda la noche para poder seguir conectado. Personas que si se olvidan el celular se vuelven agresivas, buscan Wi-Fi por todos lados, ahí se produce un estrés tecnológico", agregó Valdéz.
Juan Carlos Mansilla, del Centro de Estudios y Estrategia de Adicciones de Salud Pública, de la estatal Universidad Nacional de Córdoba, afirmó que "internet genera conductas de riesgo sobre todo para los jóvenes. Pero la adicción muchas veces está asociada a otras faltas, como las dificultades para las relaciones interpersonales".
Las redes sociales como Facebook o Twitter son espacios que permiten "una anomia, construir una pseudoidentidad, una idealización de la realidad y de los vínculos", alertó Mansilla.
Así se plantean nuevos problemas, porque "detrás de esa anomia hay un otro real y el joven gana en vulnerabilidad", explicó.
Según Mansilla, una de las dificultades para abordar la problemática es que "lo tecnológico tiene una gran reputación social, no tiene el estigma que tiene el uso de drogas químicas, pero el funcionamiento del adicto es igual".
"Si me olvido mi celular en casa, me quiero matar", admitió Nicolás Goldstein, de 21 años, quien, pese a reconocer que está "todo el tiempo conectado para estar informado", niega ser un tecnoadicto.
A Nicolás la relación con el teléfono celular no le cortó su vida social ni laboral, pero siempre hay a quien le moleste la obsesión por lo tecnológico.
"Los amigos a veces se quejan si te la pasás mirando el smartphone, pero la mayoría de ellos tiene uno. Tengo un amigo que se cansó y bloqueó todo y lo utiliza como un teléfono común, pero es el único", señala el joven, que trabaja en un servicio de atención telefónica al cliente de una empresa de cable y conexión a internet.