El bueno, el malo y el genio El 5 de octubre falleció el carismático líder de Apple Steve Jobs, un personaje amado y cuestionado casi en idéntica medida por sus seguidores, colegas y usuarios en general. Un repaso por su legado y qué lo llevó a convertirse en uno de los empresarios más polémicos
A comienzos de octubre, los medios se asombraban por la muerte de Steve Jobs, ese indiscutido líder que se dio el gusto de fundar, abandonar, hacer renacer a Apple y llevarla a ser una de las empresas más valiosas del mundo.
Imposible no pensar en su legado. Más allá de la iMac, el iPod, el iPhone, el iPad y la MacBook Air, sus presentaciones eran magistrales y dejaban al auditorio esperando más.
El clásico “one more thing…” (“una cosa más…”), reservado generalmente para productos que serían íconos, paralizaba a los presentes y les permitía seguir soñando con que eran verdaderos los rumores previos sobre un nuevo producto.
Imposible olvidar su cara de orgullo mientras sostenía con una sola mano a la primera MacBook Air, una laptop que -al igual que muchos otros productos- marcó tendencia y obligó a sus competidores a repensar sus productos.
Así era el marketing de Apple: jugar al misterio y exponer a su carismático líder cuando hiciera falta. Y esa “sencilla” fórmula dio mucho más éxito que cualquier millonario presupuesto. ¿La clave? Tener en sus filas a uno de los pioneros de Silicon Valley.
Puertas adentro la historia es otra. Porque si el misterio sobre un nuevo producto se terminaba al filtrarse los detalles en la web, Apple es capaz de perseguir hasta las últimas consecuencias a los responsables. Ya sea dentro o fuera de la empresa. Incluso a un blogger.
Y si el carismático líder era capaz de bromear sobre su muerte o presión sanguínea durante la presentación de un producto, también podía felicitar a un empresario por su innovación y decirle segundos luego que Apple seguramente desarrollaría, con éxito, el mismo dispositivo y sin necesidad de acudir a externos.
El bueno A fines de agosto, la enfermedad de Jobs lo obligó a abandonar definitivamente Apple.
“Siempre dije que si un día no podía cumplir con las obligaciones y las expectativas como presidente de Apple, iba a ser el primero en hacérselos saber. Desafortunadamente, ese día llegó”, fueron las escuetas palabras que utilizó para explicar su salida.
La rivalidad con muchas compañías quedó de lado y ese espacio fue ganado por palabras de sorpresa y aliento.
“Steve Jobs es el presidente ejecutivo más exitoso de los EEUU en los últimos 25 años. El, como nadie, combinó el toque artístico con la perspectiva de un ingeniero para construir una compañía extraordinaria; es uno de los grandes líderes norteamericanos de la historia”, dijo Eric Schmidt, presidente del directorio de Google.
Bill Gates, amigo y enemigo durante años, dijo que Jobs era la persona más inspiradora en la industria tecnológica. Y un antiguo empleado de Apple sentenció: “Simplemente tiene otro sistema operativo”.
Gran parte de los pensamientos de Jobs quedaron plasmados en el ya famoso discurso ante graduados de Stanford. Allí, el cofundador de Apple hizo un repaso por su vida, tratando de aconsejar a los más jóvenes sobre cómo debían alcanzar sus metas sin temor a equivocarse.
“Durante los últimos 33 años me miré al espejo cada mañana y me pregunté: 'Si hoy fuera el último día de mi vida ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?' Y cuando la respuesta era 'no' durante varios días seguidos, supe que tenía que cambiar algo”, dijo ante los graduados.
“Recordar que vamos a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir a tu corazón”, agregó.
La muerte de Jobs no hizo más que disparar elogios, también de amigos, enemigos y competidores. "El mundo raramente ve a alguien que haya tenido un impacto tan grande", reconoció Bill Gates. "Gracias por ser un mentor y un amigo", escribió el creador de Facebook, Mark Zuckerberg. "El ejemplificó el espíritu de ingenio de los norteamericanos. Murió un visionario", señaló el presidente de los EEUU, Barack Obama.
El malo Ed Niehaus estuvo a cargo de las relaciones públicas de Apple ni bien Jobs regresó a la compañía, en 1997. Y relató una de las más comentadas escenas de Silicon Valley. “Una vez bajamos en un ascensor, no demasiados pisos. En el piso siguiente entró una mujer joven y pude notar que pensaba 'oh, ascensor equivocado'. Steve dijo: 'Hola, ¿quién eres?' y se presentó: 'Soy Steve Jobs' y en forma encantadora preguntó: '¿De qué trabajas?' y ese tipo de cosas. La puerta del ascensor se abrió al final del recorrido y le dijo: 'No vamos a necesitarte'”.
En esos años, Apple buscaba volver sus comienzos y ser una compañía simple y focalizada, algo que quizás explique el por qué de esa reacción aparentemente impulsiva.
Jobs será recordado también como el hombre que estacionaba en cualquier lugar, incluido el espacio reservado para personas con movilidad reducida en las oficinas de Apple. Diversas cámaras, de sus mismos empleados, lo mostraron en infracción al menos cinco veces.
Pero las historias polémicas de Jobs se remontan años atrás, a 1974, dos años antes de fundar Apple junto a Steve Wozniak.
Jobs aceptó un reto de Atari, donde tuvo un breve paso, consistente en reducir la cantidad de chips presentes en una tarjeta de circuitos para el juego Breakout.
Atari pagaría u$s100 por cada chip que fuera quitado. Jobs acudió a Wozniak, quien logró eliminar 50. El pago que recibió de parte de Jobs fue de u$s350. Wozniak no se enteró del asunto hasta 10 años después, cuando Jobs se lo contó argumentando que necesitaba el dinero.
Martín Varsavsky, un reconocido empresario argentino instalado en España desde hace años, tuvo la chance de sentarse con Jobs para discutir proyectos. “Me pareció una persona de una agresividad innecesaria, con capacidad para el maltrato, arrogante, negocia de una manera intransigente, como si no tuviera la mitad del éxito que tiene”, señaló tras el encuentro de 90 minutos.
Varsavsky buscaba presentar FON a Apple. Pero las negociaciones no llegaron a buen puerto desde que Jobs dijo sus primeras palabras en el encuentro: “Nos gusta FON, pero vamos a hacer FON sin FON”.
Quizás la reacción más fuerte tras la muerte de Jobs vino de Richard Stallman, líder del movimiento por el software libre. “Como el alcalde de Chicago Harold Washington dijo de su corrupto predecesor: ‘No estoy contento de que haya muerto pero sí de que se haya ido’. Nadie merece tener que morir (ni Jobs, ni el señor Bill, ni incluso gente culpable de males peores que los de ellos). Pero todos nosotros sí merecemos el final de la maligna influencia de Jobs sobre la informática. Por desgracia, esa influencia continúa a pesar de su ausencia. Sólo podemos confiar en que sus sucesores sean menos eficaces que él al intentar continuar con su legado".
Stallman se refería al control que hace Apple sobre sus dispositivos, con software propietario e intrusivo. La obligación de tener que instalar iTunes para cargar canciones en un iPod es apenas una muestra de las muchas restricciones que enfrentan los usuarios de Apple.
Y si bien los usuarios de computadoras con Windows se enfrentan a situaciones similares, el constante ataque de Apple hacia los usuarios de PC en diversas publicidades muestra hasta dónde el marketing de la empresa de la manzanita puede llegar.
A casi dos meses de su muerte, cuando la euforia de los medios por la muerte de Jobs se fue agotando, comenzaron a aparecer artículos cuestionando al líder de Apple.
Uno de los más fuertes es The Agony and Ecstasy -and 'Disgrace'- of Steve Jobs (La agonía y éxtasis -y desgracia- de Steve Jobs), escrito por Eric Alterman, profesor de la Universidad de Nueva York. Allí relata el aparente desprecio de Jobs por la clase trabajadora, un tema que dominó parte de 2010 y comienzos de 2011 cuando se conocieron las condiciones en las que trabajan los empleados de las compañías chinas que ensamblan productos para Apple y otro importante número de empresas tecnológicas.
El nombre Foxconn sonó con fuerza por varios meses e incluso Apple reconoció que muchas de las políticas empleadas en esas fábricas no cumplían con sus estándares. Pero Jobs defendió a la fabricante.
“No se conoce que diera dinero a actos sociales benéficos, como los súper ricos suelen hacer como estrategia de marketing para mejorar su imagen. En realidad, ridiculizó a Bill Gates por crear una fundación que lleva su nombre, atribuyendo un supuesto retraso tecnológico de las empresas de Bill Gates al “excesivo interés de Bill Gates en ayudar a los pobres”. Steve Jobs era un personaje que pertenecía al mundo definido por Charles Dickens”. Así pensó un catedrático español al fallecido líder de Apple.
Walter Isaacson, autor de la biografía oficial Steve Jobs, dijo recientemente que durante las entrevistas realizadas para escribir el libro una y otra vez Jobs escapaba a preguntas relacionadas con filantropía.
Y el libro, dicho por el mismo Jobs, iba a ayudar a sus hijos a entender el por qué de sus ausencias durante tantos años.
"Estaba bastante enojado. Podía ser muy, muy mezquino con la gente en ocasiones. No importa si era a una moza o a un chico que había estado toda la noche codificando, él podía ponerse delante y decirle: 'Lo estás haciendo todo mal. Esto es horrible'", ilustró Isaacson.
El genio
Pasión, gusto por lo minimalista, el diseño refinado, un implacable buscador de la perfección. Jobs dejó un innegable legado al mundo de la informática. El iPod destronó al Walkman de Sony; el iPhone obligó a las tradicionales empresas del sector a reformularse; el iPad creó una nueva categoría de productos; la iMac revolucionó el diseño de las computadoras…
Jobs ejercía un estricto control sobre el diseño de cada uno de los productos. Recién en 2008 se conoció cómo era el proceso: Apple parte de 10 ideas y selecciona tres. Trabajan sobre ellas durante meses hasta que finalmente sólo queda una.
Mientras eso sucede, el equipo de diseño se reúne dos veces por semana: una para generar ideas y la otra para pensar la salida al mercado.
Jobs sólo intervenía en la etapa final para dar su sentencia: fuera de serie; muy pero muy bueno, y una mierda.
El primer presidente ejecutivo de Apple, Michael Scott, explicó recientemente que Jobs pasó varias semanas contemplando qué tan redondeados debían ser los bordes de la carcasa de la Apple II, la computadora con la que la empresa hizo su presentación triunfal en el mundo de la informática.
Steve Jobs formó parte de una generación única, la que terminaría ayudando -quizás sin saberlo en ese momento- a desarrollar el universo digital que hoy disfrutamos. Con sus aciertos, maneras y polémicas, ocupa un espacio de privilegio en la historia de la informática.